Viejos escritos.


Anoche me quedé en casa y, delante de una botella de vino que me hacía compañía, volví a leer unos viejos relatos escritos hace mucho tiempo y que aparqué dentro de un cajón en un rincón de la casa. He vuelto a leer atentamente esas líneas escritas, intentando recordar el estado de ánimo que tenía en esos momentos pasados de mi vida. Me he sorprendido al ver cómo esos instantes vividos tan intensamente, estuvieran aún vivos y presentes dentro de mí, y cómo las emociones y las sensaciones sentidas, aparecieran en mí con la misma fuerza. No podía dejar de reflexionar y no pensar en lo que me estaba ocurriendo. Dentro de mi cabeza, los pensamientos se entrelazaban, y las imágenes pasaban veloces una tras otra, y se hacían tan nítidas que parecía haberlas vivido hace poco. Tenía tal confusión, que no sabía distinguir lo verdadero de lo falso, lo que habría sido mejor evitar para no llegar a escribir esas palabras, de lo que quizás me habría convenido aceptar.Ya no conseguía distinguir lo que había sido un bien de lo que habría podido transformarse, con el tiempo, en un castigo. Lo que sentía, chocaba con lo que pensaba, y era difícil permanecer neutral, pero también era difícil ceder a lo que esas palabras significaban cuando las escribí.

A veces, lo que conviene para dar un poco de consuelo y alivio a la propia alma, se transforma, con el tiempo, en lo que desde el principio deberíamos haber evitado. Y, a veces, lo que nos provoca un dolor inmenso, resulta, a lo largo del tiempo, una bendición llovida del cielo.El tiempo es la fuerza de quien sabe esperar, todo se ajusta y encuentra el lugar al que estaba destinado desde el principio, y las verdades y las mentiras dichas o escuchadas, aparecen evidentes y se distinguen, con tanta facilidad las unas de las otras, que nos hacen entender lo que no éramos capaces de ver. Sin embargo, es un error común pensar que la distancia o el no ver a una persona que en un momento de nuestra vida hizo brillar nuestra alma y latir nuestro corazón, pueda borrar todo lo que hemos vivido con esa persona y nos deje libres para vivir un presente despreocupado en busca de la felicidad. No es así, es más, diría que muchas veces no es así.

La otra noche, a través de esos escritos, no solo llegué a sentir su presencia, a recordar sus palabras, su forma de reír, su forma de amar, sino que llegué hasta sentir el olor y el sabor de su piel cuando nos amábamos. No solo su cuerpo, sino también su alma, su espíritu, su esencia cuando era mía y solo mía.
A recordar aquellas inolvidables palabras que nos decíamos cuando nuestros cuerpos se amaban, para después, cansados como si hubiéramos recorrido miles de kilómetros, levantarnos de la cama e ir juntos, abrazados el uno al otro, bajo la ducha. Recordaba aún, con una cierta melancolía, cuando los dos creíamos que ese maravilloso encuentro no tendría nunca fin y que esas sensaciones se prolongarían durante toda la vida, porque lo que sentíamos el uno por el otro era verdadero, único, intenso, lleno de pasión y de ganas de amar. Luego… como sucede muy a menudo, sucedió algo que lo destruyó todo y que transformó un amor que podía ser eterno, en un enfrentamiento sin lógica, sin piedad, sin respeto por el pasado vivido juntos. Por lo que había habido entre nosotros. Y cuando este algo acontece, aunque cada uno tiene su culpa por grande o pequeña que sea, es demasiado tarde para justificarse, para disculparse, para arreglarlo, para volver atrás. Porque los hechos son los hechos, y la realidad son los hechos, y lo verdadero son los hechos, y lo que nos hizo tomar ciertas decisiones fueron los hechos. Esos hechos sucedidos, que ya no podrán olvidarse porque han marcado nuestra alma.

En la vida, no se puede elegir de no sufrir por alguien, pero se puede elegir cómo afrontar ese sufrimiento. Un sufrimiento que contribuye al proprio crecimiento personal, que sirve para hacernos más profundos, que nos permite de conocernos, y de entender lo que vive dentro de nosotros restableciendo nuestras prioridades. Podemos afrontar ese sufrimiento con dignidad, aceptando las consecuencias e intentando resurgir como una persona poseedora de otra alma. O bien, traicionando a la propia alma, podemos ceder a lo que tengamos disponible en el momento, a lo que más nos convenga, a lo que nos resulte más cómodo, a lo que creamos que nos puede hacer olvidar el pasado y las sensaciones sentidas. Y sin ninguna reflexión interior, regalamos a otro o a otra nuestro tiempo, nuestro cuerpo, nuestras palabras, parte de nuestra alma, con la utópica esperanza de poder superar ese sufrimiento de una forma indolora lo más rápido posible. Pero la vida nos ha enseñado que de esta forma, contribuiremos solo a prolongar nuestros temores, porque permaneceremos prisioneros de nuestros recuerdos, que nos impedirán resurgir y volar solos, y nos llevaran a cometer los mismos errores. No he admirado nunca ese tipo de superficial comportamiento, porque vivir de esa forma, significa no querer crecer, no querer cambiar, no querer mejorar. Y la vida no es nada, es solo una farsa para quien no sabe sufrir, para quien no sabe enfrentarse a sí mismo, para quien no acepta ese sufrimiento cuando se presenta, para quien no sabe estar solo.
Sin ese sufrimiento, la vida se transforma en un paseo rodeado de una falsa y utópica felicidad, carente de reflexión interior, que nos robará con el tiempo la alegría de vivir. Es la forma en la que una persona acepta su destino, incluso en las circunstancias más difíciles, que quita o añade a la propia vida una sensación profunda de vivir, y hace de él o de ella, una persona diferente, una persona más grande.
Y el alma pregunta.

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125 VECCHI SCRITTI…IN ITALIANO
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Acerca de samuele-beni abram

Algo sobre mí No me gusta hablar de mí mismo, para venderme, hacerme publicidad o intentar resultar simpático a los demás. Nunca he buscado la aprobación de todo el mundo sobre lo que soy, sobre lo que escribo o lo que pienso. Prefiero darme a conocer y revelarme a las personas que tienen dentro de sí el deseo y la inquietud de acercarse a mí a través de mis escritos. Entre las líneas de lo que escribo, a un alma sensible le será fácil entender el carácter, la personalidad, e incluso una pequeña parte de aquello que vive dentro de mi océano interior. Escribir para mí es más que un placer, es una necesidad, dar forma a mis pensamientos me hace sentirme parte de algo. A veces escribo para expresar el dolor, la tristeza, el amor, el miedo, la incertidumbre, la duda… que vive dentro cada ser humano, otras simplemente para comunicar mi visión de la vida. Espero solo que lo que escribo encuentre un lugar en vuestros corazones; sería para mí el mejor regalo que pudiera recibir. Samuel beni- Abram
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